Lo que no se dice también habla

Creo que todos hemos tenido momentos en los que nos encontramos con un amigo, un familiar, con la pareja, o cualquier otra persona, y después de conversar cinco minutos ya sabemos que algo está pasando. Su voz no lleva el tono de siempre, la cadencia en las palabras no fluye como de costumbre, y hacemos la pregunta: ¿está todo bien? Una pregunta que en varias ocasiones es contestada casi instantáneamente con llanto. Pero si estábamos hablando de hace cuánto no lavan ropa, ¿cómo el tema de conversación cambió tan drásticamente con una pregunta? ¿Por qué pensamos en hacer esa pregunta, si no se relaciona en lo más mínimo con la ropa sucia o el jabón o la lavadora o la secadora? Esto sucede gracias a la comunicación analógica.

Dentro de la teoría de la comunicación humana se encuentran dos tipos de comunicación: la digital y la analógica. La comunicación digital es la que realizamos con palabras. Lo que de forma muy literal decimos. La comunicación analógica encapsula todo lo demás. Ya mencionamos el tono y la cadencia, pero también incluye los movimientos de las manos, la postura de la persona, la rapidez con la que habla, adónde está mirando, y todos estos otros elementos que interpretamos para juzgar qué es lo que nos quiere transmitir la otra persona. El estereotipo de persona extrovertida que tenemos no necesariamente es la que más habla, sino la que habla de manera más expresiva, se muestra más entusiasta, y que suele mostrar más sus emociones. Ninguna de estas características tiene que ver con la cantidad de palabras que dice, o incluso con su contenido, sino con la manera en la que participa y en la que se mueve en situaciones sociales. Gracias a la comunicación analógica existen el sarcasmo y el humor, pero también la hostilidad y autoridad, porque todos sabemos que si nuestra mamá nos dice que hagamos lo que nos dé la gana, y hacemos lo que nos da la gana, salimos perdiendo. En lo digital el contenido es simple: sujeto, verbo y objeto. Pero tenemos que tener en cuenta muchas otras cosas más allá de las palabras que nos dicen. El único momento en el que tal vez diría que no está presente la comunicación analógica es cuando chateamos, e incluso ahí no estaría del todo convencido. Ahora, realizar actos de comunicación puramente analógica sí es posible, y lo hacemos más seguido de lo que creemos.

El primer axioma de la teoría de la comunicación humana dicta que es imposible no comunicar. En todo momento estamos comunicándonos con las otras personas, conocidas y extrañas, y esto lo hacemos mediante la comunicación analógica. Juzgamos a las personas por la manera en la que se visten, le damos el paso a alguien en un trancón, nos paramos cuando nos llaman en una sala de espera. Y claro, me levanto porque quiero entrar a la cita que pedí y que he estado esperando, pero eso le comunica a los demás en la sala que yo soy la persona a la que llamaron y no alguien más. Si voy con audífonos en el bus lo hago porque quiero escuchar música, pero a la vez le comunico a los demás que no quiero hablar con nadie. De esta manera, la comunicación analógica no necesariamente se realiza de forma intencional, sino que siempre acompaña nuestros actos.

Vivimos rodeados de palabras, pero son los gestos los que muchas veces cuentan la historia completa. La comunicación analógica es ese lenguaje silencioso que sostiene todo lo que decimos, incluso cuando creemos que no estamos diciendo nada, porque lo que no se dice también habla.

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El cambio como punto de partida