Nada más humano que conectar

“Las relaciones de una persona con el mundo objetivo que lo rodea están siempre mediadas por su relación con las personas, con la sociedad” (Leontiev, 1975).

En la psicología, el interaccionismo simbólico es la corriente que considera que la interacción es el punto de inicio de cualquier análisis que se realice. Pero, ¿qué importancia tiene la interacción cuando el enfoque es el individuo? La respuesta corta es que la interacción tiene un rol esencial en la formación de cualquier noción de un “yo” como individuo. De la misma manera en la que la felicidad no existiría sin la tristeza, el “yo” no puede existir sin el “otro”. La formación de cada uno de nosotros sucede dentro de un contexto social, en parte porque mediante la observación aprendemos comportamientos, reglas y actitudes, pero también porque, más allá de imitar a los otros, actuamos en concierto con ellos. La interacción exige una participación activa. La idea central del paradigma interaccionista es que la personalidad se forma mediante y gracias a la interacción con los demás, teniendo en cuenta que estamos constantemente en contacto con otros, desde el momento en el que nacemos hasta nuestro último día. La naturaleza de estas interacciones es variada, en la medida en la que el contexto y el contenido que las compone difiere en cada una, incluyendo algún cambio en el sistema de comunicación. En la interacción que tiene el individuo con la sociedad, Rousseau hablaba de un contrato social, Freud de la psicología de las masas, y, en la psicología sistémica, se encuentra la teoría de los sistemas sociales de Luhmann.

La teoría de los sistemas sociales sostiene que la sociedad está compuesta por sistemas autosuficientes de comunicación. Estos sistemas se generan tanto por lo que los compone como por lo que se encuentra por fuera de ellos, por ejemplo, la manera en la que la prensa filtra la información que considera relevante de la que considera irrelevante, y comunica únicamente lo primero. De esta manera, se busca también reducir la complejidad del mundo que nos rodea, ya que al filtrar qué se comunica y qué no, se simplifica el acto comunicativo. Toda comunicación implica una selección y un filtro. Junto con esto está la idea de la comunicación como el elemento clave para la construcción y mantenimiento de grupos sociales, ya que sin comunicación de algún tipo no es posible entablar las relaciones necesarias para crear un sistema. La comunicación es lo que nos ha permitido formar sociedades, configurarnos en grupos y trabajar de manera conjunta para lograr objetivos que, de otra manera, serían imposibles de alcanzar.

En la era de la IA en la que nos encontramos ha vuelto a surgir la cuestión de qué es lo que nos hace humanos. Si ahora un computador puede resolver problemas más complejos, más rápido y con mayor precisión, puede crear música, imágenes, poemas y muchas otras formas de arte, puede incluso dar consejos, proponer alternativas a situaciones difíciles y dar palabras de apoyo, ¿cómo nos diferenciamos de la inteligencia artificial? Para mí, la respuesta siempre ha sido el lenguaje. Mencionado en el artículo pasado, esto incluye el lenguaje digital y analógico, pero también el sentimiento de conexión que surge con el otro mediante el uso del lenguaje . Creamos y somos parte de diferentes sistemas por la conexión que tenemos hacia los otros, por la necesidad de ser vistos por los demás y por el impulso de compartir la vida. Todo esto se logra gracias a los diferentes sistemas sociales a los que pertenecemos. Porque no hay nada más esencial que comunicar, y nada más humano que conectar.

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