Las historias que nos contamos

La mitología como área del conocimiento suele enfocarse principalmente en aquellos relatos de civilizaciones antiguas, llenos de metáforas y moralejas aplicables a nuestro día a día. Puede ser fácil de olvidar que estos mitos en su momento se encontraban de manera activa en los sistemas de creencias y en las actividades cotidianas de las personas. Los mitos llevaban a  las personas a llevar ofrendas a sus dioses para tener una buena cosecha, aumentar la fertilidad, aumentar la abundancia y otro sinfín de motivos. Hoy en día cuando uno piensa en un mito lo primero que viene a la cabeza son esas historias, sin caer en cuenta que cada uno de nosotros actúa de una manera u otra como consecuencia de los mitos que hemos internalizado a lo largo de nuestra vida. Los mitos familiares son aquellas creencias que la familia comparte frente a la naturaleza de su relación y los roles que cada uno tiene. Unos ejemplos de estos son “los hombres no lloran”, “aquí todo se habla”, e incluso narrativas como “le debemos todo a x persona” o “tienes que estudiar x como tu papá”. Cada familia tiene sus propios mitos, y es importante tener en cuenta que tenerlos no es algo intrínsecamente negativo o positivo, pero puede ser muy revelador identificarlos y hacerse consciente de ellos. 

Existen varios tipos de mitos familiares. Comenzando con los mitos de armonía, estos son los que se encuentran en familias que pretenden transmitir una imagen perfecta de ellos mismos. Aquella familia que de puertas para afuera nunca tiene desacuerdos, donde los integrantes tienen el acuerdo de presentarse hacia el mundo como la familia ideal. En este tipo de casos se pueden presentar reglas como “los trapos sucios se lavan en casa”. Otro tipo de mitos familiares son los de disculpa y reparación. El más común de estos es el mito del “chivo expiatorio”, donde la familia culpa a una persona por sus desgracias. De esta manera los otros miembros se libran de la responsabilidad, y esto les permite continuar con sus vidas sin preocupaciones. Por el otro lado se encuentran los mitos de salvación, donde la familia le atribuye la etiqueta de “salvador” a una persona, la cual puede hacer parte del núcleo familiar, así como puede que no haga parte. Un ejemplo de esto es con los propios psicólogos, cuando una pareja atiende una sesión de terapia ya que esta persona va a ser la que les va a resolver los problemas que tienen.

Todos tenemos alguno de estos mitos familiares presentes en nuestras vidas. No se hablan, no se discuten, a veces ni siquiera tenemos presente que hacen parte de la manera en la que interactuamos con el mundo que nos rodea, pero de igual manera están ahí. Las historias que nos contamos son de gran importancia, ya que estas forman nuestra visión sobre lo que es posible y lo que no, los roles que cada persona tiene en la vida de uno, y las expectativas que conllevan esos roles. Solemos tener una actitud pasiva frente a la vida, apoyándonos en las estructuras creadas por estos sistemas de creencias, lo cual es natural ya que sería tremendamente agotador estar tomando decisiones sobre cada aspecto de la vida constantemente. Estos mitos sirven como atajos, que ahorran tiempo, energía, y liberan espacio para las decisiones más importantes, pero en ciertas ocasiones toman el control cuando deberíamos estar nosotros al mando. La inercia es lo que nos mantiene moviéndonos hacia adelante, pero de igual manera es nuestro deber elegir la dirección en la que vamos encaminados, teniendo presente a dónde nos gustaría llegar.

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