Cuando la primera cita falla

Sobre la importancia del vínculo en la terapia psicológica.

Hay días en los que nada sale bien; sentimos que no hay un camino claro para solucionar los problemas que surgen en nuestro día a día, y nos frustramos con nosotros mismos. Se vuelve aún más complejo cuando tenemos en cuenta que cada uno de nosotros tiene diferentes formas de afrontar las situaciones difíciles. Todo sería más fácil si existiera una serie de indicaciones genéricas para lidiar con estos sentimientos, pero no es así. Nuestra individualidad juega en nuestra contra en este sentido, pero también es lo que hace tan profundamente interesante la experiencia de ser humano. No existen dos personas iguales. Gracias a donde nacimos, nuestras experiencias, nuestros vínculos, y muchos otros factores, siempre vamos a ser diferentes a los demás. Resulta paradójico, ya que uno de los impulsos más grandes que tenemos es el de encajar, de pertenecer, de ser percibido de cierta manera. Dentro de esta búsqueda de parecerse a los demás están las modas, lo “popular”, lo que todos en un contexto social están usando, escuchando o haciendo. Aun así, a pesar de este impulso, cada uno tiene necesidades distintas, lo que lleva a que cada persona desarrolle formas propias de afrontamiento. ¿Cómo sé qué me sirve a mí? Cada uno da respuesta a esta pregunta mediante la experimentación. Puede llegar a ser frustrante, más aún cuando este ensayo y error se hace cuando buscamos un buen psicólogo.

A diferencia de otros servicios, el éxito de la intervención psicológica depende en gran medida de la relación que se establezca entre el profesional y la persona que consulta. Es común escuchar historias donde a la persona no le gustó el profesional que la atendió, y por esta mala experiencia se abandona la idea de volver donde un psicólogo. La realidad es que conseguir a un profesional con el que uno se sienta cómodo y seguro es en sí mismo un proceso que toma tiempo. Cada psicólogo tiene una manera diferente de tratar con las personas y los problemas. Esto varía principalmente en el paradigma bajo el cual se mueva, siendo los más populares el psicoanálisis, la terapia cognitivo-conductual y la terapia sistémica. Incluso, dentro de cada paradigma hay diferentes escuelas con técnicas y prioridades diversas, y a esto hay que agregarle el carácter del profesional. La personalidad del psicólogo afecta la manera en la que se desarrollan las sesiones, aunque las técnicas empleadas y el enfoque epistemológico sea idéntico al de alguien más. Gracias a esto no existe un psicólogo que pueda suplir las necesidades de cada persona. Es justamente aquí donde suele haber confusión entre cómo se diferencia una cita médica y una consulta psicológica.

La medicalización de la psicología ha llevado a que se hagan comparaciones entre la psicología y la medicina que no son útiles o incluso necesarias. Una persona no tiene que mantener una buena relación con su médico para que el tratamiento funcione, pero lo mismo no se puede decir de la relación psicólogo-consultante. En la búsqueda de obtener prestigio se perdió de vista el hecho de que en la psicología lo más importante es el bienestar del que acude a la sesión, no el título del profesional. Por eso, además de ser un proceso técnico, la psicología es también una experiencia humana. 

Se dice que la psicología como profesión es un arte más que una ciencia, por lo que no hay que forzar la afinidad por un psicólogo, así como no se puede forzar la afinidad por un cuadro. Cada persona reacciona distinto ante una obra: lo que a unos les emociona, a otros les deja indiferentes. Con los psicólogos ocurre algo parecido: no todos provocan el mismo tipo de confianza o comprensión. Encontrar a alguien con quien haya verdadera conexión requiere paciencia. Ser vulnerable con alguien es difícil, y el profesional debería hacer que la interacción sea lo más fácil posible, pero para eso el terapeuta debe estar ofreciendo justamente aquello que la persona necesita encontrar.

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