La importancia de la narración
La trama de una historia se conforma por una multitud de sucesos diversos, momentos en una línea temporal que al interactuar el uno con el otro conforman la estructura básica que todos conocemos: introducción, desarrollo y desenlace. Mediante esta organización de componentes el lector sigue la historia a través de sus propias expectativas de lo que va a suceder, expectativas que se van ajustando al relato a medida que avanza la historia, culminando en la conclusión de esta. Dicho de otra manera, los lectores siguen la trama de la historia a través de los sucesos de esta, generando hipótesis de lo que probablemente vaya a pasar, y validando estas hipótesis con el pasar de las palabras. Esta generación de hipótesis es lo que nos permite conectar con una historia, es la razón por la que el narrador puede generar suspenso, amor, e incluso odio. Si supiéramos verdaderamente cómo va a transcurrir una historia, nos serían indiferentes los sucesos de esta. Pero, ¿qué relación tiene esto con nosotros? Una idea bastante común es que las historias se narran, pero la vida se vive. Se podría hacer el argumento de lo contrario, que las historias se viven, y la vida se narra.
Comencemos con la manera en la que las historias se viven. Como ya hemos establecido, el impacto de un relato surge no de las palabras que se encuentran en un texto, sino de la interpretación o significado que se le da a este. Una obra literaria implica tres tipos de mediación, con la primera siendo la primera es la referencialidad, o la mediación entre la persona y el mundo. La referencialidad permite estructurar de manera lógica el contexto bajo el cual se va a presentar la historia, ubicándola en un sitio y un tiempo. La segunda mediación es entre las personas, o la comunicabilidad. Esta mediación permite el diálogo entre dos o más partes, abriendo puertas para el debate, la transmisión de ideas y de sentimientos. Por último se encuentra la mediación entre el hombre y sí mismo, conocido como la comprensión de sí. Es aquí donde el individuo participa en la autorreflexión y el autoconocimiento, conociendo su mundo interno, pensamientos, sentimientos y prejuicios. Se podría argumentar que estos mismos tres elementos, la referencialidad, la comunicabilidad y la comprensión de sí, son simultáneamente esenciales para la vida cotidiana, en la medida en que estamos en continuo contacto con el mundo, los otros, y nosotros mismos. De esta manera, la lectura en sí es una manera de vivir en el universo ficticio de la obra. El acto de leer conlleva la creación de un mundo imaginario en el cual se encuentra el relato, con reglas, estructuras lógicas, personajes, y más importante, trama.
Ahora, examinemos la premisa de que la vida se puede narrar. Partimos del supuesto que la vida tiene una cualidad pre-narrativa. Los eventos que componen nuestras vidas cuentan con las características necesarias para generar una historia, contando con un tiempo y lugar, reglas universales, personajes, y, en cierta medida, el desarrollo de una trama. Narrar es mediar entre el mundo y uno mismo, manteniendo las mediaciones mencionadas anteriormente: la referencialidad, la comunicabilidad, y la comprensión en sí. De esta manera el acto de narrar la vida se convierte en un modo de comprenderla, de analizarla, y de transformarla. Las acciones que realizamos están, inherentemente, mediadas simbólicamente, llevando a que estas acciones puedan ser traducidas en contenido, el cual puede ser transmitido y, consecuentemente, interpretado. De esta manera cada uno de nosotros adquiere algo denominado identidad narrativa, una construcción dinámica de nosotros mismos mediados por la palabra, construyendo el relato de nuestra historia, no a medida que vivimos, sino a medida que la contamos. Porque simplemente vivir la vida nos hace actores de esta, que reaccionan a los eventos que surgen, pero narrar la vida nos da la posibilidad de tomar control sobre esta, y darle una forma.
Una de las cuestiones principales para las personas es la búsqueda de sentido, una tarea que a su vez puede traer mucha felicidad y mucho sufrimiento. Tomando la narración como vehículo, la tarea de dar sentido a la vida se enfoca más hacia lo que ya hemos vivido, darle sentido a las experiencias que se encuentran en el pasado, en vez de buscar una respuesta hacia el futuro. Cambia la pregunta de, ¿cuál es el sentido de mi vida? a, ¿cuál es el sentido de lo que he vivido? A veces nos enfocamos más de lo que deberíamos en la primera, omitiendo la importancia de la segunda, ya que no sabemos qué va a suceder mañana, pero podemos cambiar la manera en la que nos relacionamos con el ayer.